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Cuando la Costa Brava era una fiesta
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Cuando la Costa Brava era una fiesta
La Costa Brava nunca ha sido tan bonita como lo es ahora, con su cultura, gastronomía, arte y sus múltiples estilos de vida que caben en un único lugar. Un lugar que incluye pueblos de mar y villas de montaña, con sus distintos acentos, sus paisajes opuestos, sus mil maravillas. La Costa Brava nunca ha sido tan bonita como lo es ahora, pero tuvo su momento de esplendor durante los 60’, cuando compitió con la Costa Azul y la Riviera italiana por ser uno de los destinos más exclusivos del mundo.
De Norte a Sur, de Este a Oeste, desde Hollywood a Asia, gran parte de la jet-set de esa época no quiso perderse nuestros rincones. Con S’Agaró como punto neurálgico de Hollywood, Cadaqués reservado para artistas, Begur para la realeza, Palamós para la fiesta y el arte de la escritura, no hubo pueblo sin su estrella.
La Costa Brava fue escenario de multitud de rodajes de películas durante los años 50 y 60, hecho que ayudó a popularizar la zona con la llegada de famosos actores y otros artistas. La presencia de personalidades no hizo más que aumentar debido al boca a boca y muchos de los que buscaban discreción decidieron pasar sus vacaciones en la zona.

En ese momento empezaba el movimiento de la gauche divine en Barcelona, donde personalidades como Albert Puig Palau, más conocido como el Tío Alberto, ayudaron a impulsar la fiesta, famoseo y hedonismo en esta parte de la Costa catalana.
En 1950 Ava Gardner llegaba a Tossa de Mar para protagonizar la película Pandora, que Puig Palau había conseguido que se filmara en la localidad gracias a sus gestiones e influencias. Durante su estancia tuvo lugar la famosa escena de la bofetada de Frank Sinatra a Ava Gardner en pleno bar del hotel La Gavina, en S’Agaró, donde el actor se trasladó furioso desde Estados Unidos al enterarse de la posible infidelidad de Gardner con el torero Mario Cabré.
Pero La Gavina fue también refugio de muchos otros artistas, como Josep Pla, Ernest Hemingway, Elizabeth Taylor, Orson Welles, Claudia Cardinale o John Wayne, quien dicen se fue del hotel con una larga cuenta pendiente.
Las fiestas en Mas Juny
Pero las películas no lo eran todo y, como suele pasar, la vida real supera cualquier historia de ciencia ficción. El conocido Mas Juny, situado cerca de la platja Castell, en Palamós, fue hogar para muchas de las más reconocidas y exuberantes fiestas. En un primer momento propiedad del pintor Josep Maria Sert, durante los felices años veinte desfilaron por la finca personalidades como Marlene Dietrich, Luchino Visconti, Coco Chanel, Salvador Dalí o Francesc Macià. Entre tertulias y sobremesas se decía que las fiestas organizadas eran legendarias, y que personalidades de toda Europa querían ser partícipes.
Era claramente un ambiente de excesos, y entre tantos algo tenía que pasar. Una noche, volviendo de una de esas fiestas en Mas Juny, el príncipe ruso Alexis Mdivani tuvo un accidente de coche mortal junto con Maud Thyssen, la por aquel entonces esposa del barón Thyssen, padre de quien años después sería el marido de Tita Cervera. Fue el mismo Salvador Dalí quien reconoció a las víctimas.
Tal fue la pena de la familia, pues Alexis era hermano de Roussy, la mujer de Sert, que decidieron vender Mas Juny. Acompañado por Josep Pla, Josep Maria Sert vendió Mas Juny en 1942 a los hermanos Puig Palau. A partir de ese momento, empezaba la que sería la segunda época dorada de la masía.

Albert Puig Palau era un gran vividor, un joven guapo y de buena familia que organizaba fiestas por todo lo alto en Barcelona y también lo hizo en Mas Juny. Para inaugurar la construcción de una torre en la finca, organizó una corrida de toros y un tablao flamenco. Pasaron todo tipo de famosos por esas fiestas, en especial del mundo flamenco y gitano, como Carmen Amaya, Lola Flores y Manolete, aunque también personalidades como Dalí, Gala, George Auric, Grace Kelly, Walt Disney o Ava Gardner.
Cabe destacar la famosa Barraca de Dalí, reconocida por su puerta inclinada, que Puig Palau quiso construirle a modo de taller-estudio para que pudiera pintar cerca de él.


Pero no todo iban a ser fiestas, la Costa Brava también ofrecía desconexión. El 26 de abril de 1960, Truman Capote llegaba a Palamós para encerrarse a escribir su obra maestra: A Sangre Fría. Lejos de su intensa vida social en Nueva York, el escritor decidió instalarse en la Costa Brava durante tres largos veranos para dar forma a la historia. El ruido de los pescadores le despertaba a las 5 de la mañana y hasta que no anochecía Capote no dejaba de escribir.
Primero en el hotel Trias, después en una casa delante del paseo marítimo, el año siguiente entre Platja d’Aro y Calonge, y el último en cala Sanià. Según cuenta el propietario del hotel Trias, fue ahí donde Capote descubrió la muerte de Marilyn Monroe. El escritor salió a comprar el periódico y volvió gritando, con una botella de ginebra en la mano, “¡Mi amiga ha muerto!”.

El periodista Robert Ruark fue quien recomendó a Capote mudarse a la Costa Brava, quien a su vez se mudó a Calonge por recomendación de su amiga y actriz Madeleine Carroll, una de las primeras musas de Hitchcock, que en busca de una casa en la Costa Azul francesa acabó comprando un castillo en Calonge y perdidamente enamorada de la Costa Brava, donde se instaló e instó a todos sus amigos a hacer lo mismo.
La Costa Brava ha sido, es y será hogar para famosos, artistas o gente de a pie, lugar de inspiración, de fiestas inolvidables, de tranquilidad o vida social. La Costa Brava tuvo su edad de oro, pero seguirá siendo dorada para siempre.
Y si de algo no hay duda es que hay lugares donde hoy en día todavía se puede disfrutar de la Costa Brava de esa época, con su espíritu hedonista y discreto, donde sigue la fiesta pero solo para algunos.